Samanta Villar hace unas declaraciones sobre su experiencia en la maternidad y mamás de toda España se le "echan encima" porque no comparten sus sentimientos y opiniones. Se trata entonces de unas declaraciones polémicas, desafortunadas, sinceras. Yo voy a defender a Samanta Villar porque tiene derecho expresar lo que siente aunque no sea lo políticamente correcto. Las declaraciones que han provocado la reacción airada de muchas personas son las siguientes: "Tener hijos es perder calidad de vida",, "yo no soy más feliz ahora de lo que era antes" "Hay un relato único de la maternidad como un estado idílico que no coincide con la realidad y estigmatiza a las mujeres", "ahora es demasiado tarde, ahora soy madre y hay que apechugar" - esta última afirmación me provoca un par de sonoras carcajadas-. Desconozco cómo ha vivido Samanta sus inicios en su rol de mamá de mellizos. Sus pequeños cuentan un año de edad, lo cuál me hace suponer y más leyendo lo que dice que no ha sido un año fácil para ella. La experiencia de ser madre es única para cada persona. Cuando tras recibir el alta hospitalaria llegas a tu casa con tus dos bebés, la vida que conocías ya ha quedado atrás, para siempre. Entras en tu hogar y nada es a ser lo que era. Y repito que para cada persona la experiencia es única.
Mi experiencia desde luego fue increíble. Y no por maravillosa precisamente -sonrisa irónica-. Ha pasado mucho tiempo y no recuerdo bien aquellos días y meses, pero sí sé que fueron unos inicios duros. Extremadamente duros. Sé que para mí fue más duro que para otras mamás. Y no hay nada malo en reconocerlo. No veo porque ha de ser un tema tabú el decir que ser madre resultó una especie de pesadilla debido al agotamiento físico y emocional que se me vino encima. Al igual que cada madre es única, también es único cada niño. Recuerdo que al principio, cuando mi marido llegaba al medio día a casa a comer, me encontraba aún en pijama, con los bebés llorando y completamente desesperada. Y en muchas ocasiones comíamos un bocadillo en el parque porque no había tiempo de nada más. Eran unos bebés que reclamaban muchísima atención. Y que nadie me diga que todos los bebés reclaman atención, porque eso ya lo sé. Pero hay bebés que por sus circunstancias y su naturaleza reclaman más atención que otros y eso es así. Punto. Y la manera de reclamar atención no es otra que llorar, y llorar y llorar.....El llanto de uno calmaba al otro y así todo el tiempo. Pues bien, en esos ratitos de parque y bocadillo, recuerdo perfectamente que le comentaba a mi marido lo contradictorios que eran mis sentimientos. Me sentía agradecida de ser madre, pero al mismo tiempo me sentía mal porque estaba muy desesperada. La situación se me escapaba de las manos y sentía que no podía más. Hasta recuerdo que pensaba "Dios, ¿esto es ser madre? " "si no puedo ni respirar...". "Para esto quería yo ser mamá...; si no puedo más...".
Fue muy duro. Es la verdad. Ojala hubiera sido más dulce, pero no. En mi caso fue insufrible. Y yo era muy consciente de que la maternidad no era para mí lo mismo que para otras mujeres. Yo sabía que lo que yo estaba viviendo era excepcional. Más duro y desesperante que para la mayoría de las mamás. Claro que ahora tiene su explicación. Uno de mis dos bebés, el más llorón, el que "no me dejaba vivir", jejeje pobrecito... ser un bebé con autismo debió de ser para él muy difícil y por eso lloraba sin parar. Mi bebé al igual que yo, estaba desesperado.
Lo que yo viví y sentí, solo yo lo sé. Y no soy peor madre por decir que fue una pesadilla. Y no quiero menos a mis hijos por decir que de haber sabido cómo me iba a cambiar la vida habría aprovechado mucho más el tiempo. A toda mujer le cambia la vida la llegada al mundo de su bebé pero a cada mujer le cambia de una manera. Ese es el quid de la cuestión. Y eso no hay que ponerlo e duda.
Critican a Samanta Villar por sus declaraciones. Informan de que ser madre está por encima de salir a cenar, ó ir de copas, o viajar, o hacerse la manicura. Por supuesto. Los hijos tienen que ser prioritarios siempre, pero para algunas mamás, decir que la maternidad resta calidad de vida tiene un sentido más profundo. No obstante, Samanta Villar me parece una mujer agradable, espontánea, sincera, afectuosa y cercana y con todo el derecho a contarnos su experiencia como mama, con sus penas y alegrías. Y probablemente algunas de las afirmaciones que hizo, las hizo con la humildad y el sentido del humor que la caracterizan. Un hijo es lo más grande que nos puede dar la vida. Siempre he dicho y continúo diciendo que un hijo es un regalo. Eso no significa que la maternidad de ese hijo vaya a ser ni mucho menos un camino de rosas. Y contarlo no debería ni ser un tabú ni tendría que ponernos en el centro de la diana de críticas y prejuicios. Ser madre no exime de ser persona con sentimientos y emociones dispares y únicas.