viernes, 23 de noviembre de 2012

Y YO CON ESTOS PELOS

Mi pelo es largo, liso, de poco volumen para mi desgracia (snif..:), rubio con mechas.
lo lavo en días alternos y le aplico una mascarilla para que se vea bien cuidado.  Lo más triste de no tener una cantidad abundante de cabello, es que si pasas dos días sin lavarlo se vuelve graso en exceso, y estéticamente desfavorece ó bastante ó mucho.  Si el día que toca lavarlo no lo hago, al día siguiente no me soporto a mí misma y hasta que no noto el chorro de agua de la ducha cayendo sobre mi cabeza y arrastrando consigo el champú y la suciedad no quiero ni salir a la calle.  Luego, cuando ya he terminado y de nuevo siento mi pelo limpio y seco vuelvo a ser yo misma.  Relajada, revitalizada y con ganas de salir a la calle con la melena al viento...maravilloso.  Me parece curioso que la higiene del cabello afecte de esta manera a nuestro estado de ánimo porque ¿qué es el cabello aparte de un montón de "hilos" que salen del cuero cabelludo y que ni sienten ni padecen?  pues  la cuestión es que si no está limpio genera incomodidad general.  Escribiendo esto me viene a la cabeza una conversación que tuve hace años con una amiga en la que ella me aconsejó que cuando estuviera embarazada y me pusiera de parto, antes de salir de casa me lavara el pelo.  Ante mi cara de sorpresa  ella me explicó que en el parto se suda mucho y que luego no te dejan lavarte el pelo con lo que tú te quedas ahí, con tu bebé, recibiendo a las visitas con el pelo asqueroso.  Imaginarme en la tesitura descrita por mi amiga me asustó, así que durante mi embarazo me lavaba el pelo casi todos los días, para que si llegaban antes de tiempo  no me pillaran con el pelo sucio. ¡Qué horror!.  Finalmente fue cesárea, y debo decir que  aunque mi pelo estuvo limpio todo el tiempo, de estar todo el día postrada en la cama, el pelo se me enredó una barbaridad.. Dios, nunca olvidaré lo que me costó desenredarlo... hasta ayuda necesité. 
Pues eso, que el pelo es mucho pelo.  Yo anoche aunque tenía que lavármelo, no lo hice. Craso error. Estaba muy cansada y solo tenía ganas de cenar y ver un rato la tele, así que me dí una ducha rápida, y aún a sabiendas de que al día siguiente me arrepentiría, no me lo lavé.  Cierto es que contaba con que íba a venir mi madre a ayudarme con los peques pero... ¿y si no llega a venir, qué?... Uff, me da algo.  De hecho cuando se los ha bajado a pasear, he limpiado mi dormitorio y mi cuarto de baño y no he aguantado más. Sentía la necesidad urgente de lavarme el pelo. Tras hacerlo el alivio ha sido inmenso.  Para que luego digan que el pelo está formado por células muertas.  Pues no da el pelo quebraderos de cabeza.  Hasta  podría decirse que cada mujer tiene su historia particular de amor-odio con su pelo.  Es la verdad.  Una se pasa la vida aprendiendo a convivir con su pelo, y aún así, el pelo sigue dando la nota y mostrando su rebeldía.  Es lo que hay.  El pelo es así.  Tiene carácter.
Un pelo limpio y peinado aumenta nuestra autoestima de una manera rápida y eficaz. Y con un pelo limpio y bien peinado puedes ir a todas partes. No se necesita más.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

LA ESPAÑA DE LOS DESAHUCIOS

A los desahucios judicialmente se les denomina lanzamientos, palabra cuyo significado es "despojo de una posesión o tenencia por fuerza judicial".  Por su parte, desahuciar significa "Dicho de un dueño o de un arrendador: despedir al inquilino o arrendatario mediante acción legal".

Artículo 47 de la Constitución Española: Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada.  Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación.  La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos.

Es muy común en los entierros escuchar la consabida frase "no somos nada";  sobre todo cuando el difunto es una persona joven.  Ciertamente, frente a la muerte no somos nada.  Y frente a  la vida, sin dinero, tampoco.  Y es ahora, en estos tiempos de desahucios cuando la veracidad de estas tres palabras es más patente que nunca.  No somos nada.  Sin dinero (cabe añadir), no somos nada.

Desde la confortabilidad que me proporciona  mi hogar, pensar en los desahucios se me antoja como algo ajeno.  Sin embargo, el que considero y siento como mi hogar no es mío;  mi hogar pertenece al banco hasta el día en que termine de pagar la hipoteca. Es la pura realidad.  

 El banco nos presta el dinero gracias al cuál podemos comprarnos una vivienda, y nosotros debemos devolverle ese dinero atendiendo a las condiciones acordadas y sumando unos intereses constituyentes del lucro a obtener por el banco.  Elemental.

En cualquier familia, mientras hay trabajo, todo fluye.  Las deudas se van pagando y todo va bien.  Se paga la alimentación, la ropa, los impuestos, la hipoteca y todo lo que haya que pagar.  Pero en la España que vivimos falta trabajo, y los ingresos que genera el trabajo para una familia son imprescindibles para poder vivir. Sin dinero una persona está perdida.  Una, o las que sean.  La hipoteca de la casa hay que pagarla, sí ó sí, porque si no pagas, el banco te desahucia.  Te echan a la calle.
Y no quepa duda que el banco alma no tiene.  Ni piedad.  El único objetivo de los bancos es el lucro. Lo que les ocurra a aquéllos que por no poder pagar van a ser o han sido desahuciados ni les importa ni les preocupa.  Simplemente no es asunto suyo.   

Qué sencillo parece el asunto. De cajón de madera de pino. Tan fácil de entender cómo que dos más dos son cuatro.   Lo malo es que hablamos de personas.  De familias que azotadas por la crisis económica no llegan a fin de mes.  No les llega el dinero y no pueden pagar.  Gente decente que siempre ha pagado todo lo que ha tenido que pagar pero que por las circunstancias actuales no puede.  Gente que en el momento en el que encontraran un trabajo, volverían a la normalidad y pondrían sus cuentas al día.  Pero como no somos nada, en el sentido más triste de la expresión,  muchas familias ya han perdido la normalidad.  Las consecuencias de no pagar la hipoteca han sido catastróficas y ya no tienen casa. Es muy fuerte.  Es tan fuerte, que es una de esas situaciones que si no las vives, no las puedes comprender.  Personalmente reconozco que no me puedo imaginar como se debe de sentir alguien a quien van a echar de su casa.  De repente verte en la calle;  con lo puesto.  Desesperación en estado puro.  Por eso algunos no han podido resistirlo.  Es monstruosos lo que está pasando.  Esperemos que las medidas que parece que se van a tomar no sean las únicas y los que nos tienen que proteger, lo hagan.  Nos lo merecemos.  Y esperemos también que a los que no han protegido, protejan.  Es su obligación.  En el patrimonio del banco hay en la actualidad numerosos pisos vacíos (de los desahuciados, claro), y disfrutar de una vivienda digna (que no poseer) es un derecho constitucional del individuo con lo que sin entender cómo hemos llegado a esta situación y sin tener conocimientos sobre la materia, no creo que esté equivocada cuando afirmo que si quisieran poner soluciones y ayudar a los necesitados, lo harían.  Si somos algo para los que tienen el poder, que lo demuestren ya.

martes, 6 de noviembre de 2012

FUERZA PARA VIVIR

El cuerpo del ser humano es frágil, quebradizo.  Somos tan vulnerables a la muerte que en cierto modo, no merece la pena detenerse a reflexionar sobre ello.  Cuando llega el momento, llega.  Sin embargo, en contraposición a la debilidad del cuerpo, el alma del ser humano es asombrosamente fuerte.  Somos capaces de soportar cualquier situación en la que el azar se encapriche de colocarnos.  Todos los días amanece, y todos los días nos levantamos y seguimos en nuestras vidas ya sean estas dichosas ó tristes, buenas ó malas, fáciles ó difíciles.  Ocurre con frecuencia que contemplamos al prójimo y a las circunstancias en las que se encuentra su vida, y el pensamiento "yo no podría"es sincero en ese momento  pero la realidad es que sí podríamos, porque en la vida muchas veces no hay otra posibilidad que avanzar con lo que te ha tocado en suerte.  Ayer me encontré con alguien cuya vida despertó en mí una mezcla de compasión y admiración debido a lo dramático de sus circunstancias.  Dramático para mí, que lo veo desde fuera;  para ella, su vida.  Su día a día y su razón de vivir.  Sus hijas mellizas que tienen ya siete años y a las que querrá con todo su corazón padecen la enfermedad de autismo profundo.  Que golpe más duro de la vida.  No alcanzo a imaginar cómo tiene que ser.  Y ella, una auténtica madre coraje que las atiende y las cuida y además sale cada día a trabajar con una sonrisa en la cara me contó su historia con una absoluta naturalidad.  Fue una conversación intrascendente entre madres de mellizos que se cuentan lo que sus niños hacen y dejan de hacer.  Conversación intrascendente para ella, pero no para mí.  La vida.  Cuando todo va bien, todo va bien.  Pero cuando se complica, no importa cuán grande sea la complicación, que por las mañanas nos levantamos de la cama, sacamos fuerzas y seguimos adelante.  No hay más opciones que seguir.  Y sobre todo cuando se trata de sacar adelante a un hijo.  Ahí no hay lugar para las lamentaciones.  Sólo puede haber espacio para el optimismo, la fuerza y el amor.  Y se sale adelante, claro que sí.  Porque somos fuertes y nos adaptamos y sobrevivimos a cualquier situación. Como he dicho al principio, el cuerpo del ser humano es frágil pero el alma es fuerte, y esa fortaleza nos empuja hacia adelante y nos ayuda a afrontar las adversidades en las que nos vayamos encontrando.  Nuestra vida sigue;  pase lo que pase;  llueva ó brille el sol. Y podemos.